martes, 17 de abril de 2012

El trabajo de Cherif Chalakani



 * Conocí a Cherif hace ahora 25 años. Formaba parte del reducido staff de profesores escogido por Claudio Naranjo para ofrecer, por primera vez en europa, el trabajo de entrenamiento personal y grupal conocido como SAT. Era en la sierra de Cabrera, en Almería, arriba del pueblo de Turre, en La Bermeja, o Babia, aquella finca que ofreció generosamente Ignacio Martin Poyo.

Cherif venía de México, del México de Tepotzlan de hace 25 años; y "del Popo", se decía, de las laderas del volcán Popocatepetl. Nos enseñaba sus trabajos corporales y nos iniciaba en el conocimiento de la obra y la praxis de Stanislav Grof y sus "matrices perinatales". De cuan lejos, en espacios nuevos, y cuan cerca, en nuestra conciencia inmediata,  nos permitían ir aquellos trabajos , habría mucho, mucho que hablar, porque es algo irresumible en pocas palabras.

  Cherif Chalakani, es terapeuta del cuerpo, la mente y el espíritu, especialista en trabajos con el renacimiento, el movimiento, el masaje maya, la respiración, las saunas indígenas, la regulación del organismo y la atención sostenida.    Egipcio de origen, educado en Francia, adoptado por México, viajero siempre y ahora huesped de España, es un hombre bellísimo, una enciclopedia viviente de tradiciones de entrenamiento y búsqueda y un motor seguro y poderoso para quienes se ponen a su cuidado.  Ofrezco un artículo de su pluma, dos direcciones de facebook
espacios nacientes y cherif chalakani 
 y os animo a poner atención a sus talleres.




 (En la imagen, famoso terapeuta corporal ¡fumando! )
           

    espacios nacientes”

        

Pablo Neruda, en su obra “Para Nacer He Nacido”, nos recuerda que recorrer el camino de la vida es un proceso continuo de nacimientos y por lo tanto de muertes.
Los caminos de transformación, por diversos que sean, nos invitan a realizar cambios en nuestros hábitos de pensar, sentir o actuar que metafóricamente podemos describir cómo procesos de muerte y renacimiento.
Nos comprometen a dejar morir lo que ya no nos sirve y a nacer a lo que nos significa un potencial vital. En esencia esos procesos se articulan en torno a la capacidad de vivir el nacer y el morir con conciencia y a recibir esas dos caras de la vida con los ojos abiertos.
En nuestro contexto cultural y más específicamente en el mundo médico, altamente tecnológico y deshumanizado, la habilidad de acompañar al que nace y al que muere se ha perdido.
Por lo general la conciencia se encuentra encogida y prevalece a menudo una actitud tristemente patética teñida de insensibilidad, miedo y violencia, en relación a esas dos vivencias.
Nos hemos olvidado que son ritos de pasaje, son momentos sagrados que nos compenetran con la vida y su misterio.
A menudo miedo, desconexión, violencia y sufrimiento son los elementos inconscientes almacenados durante la primera transición, el primer gran cambio que es el parto.
Si nuestra conciencia individual y social está velada y se identifica con los parámetros “normales” de nuestra cultura enferma, es posible que los procesos de crecimiento, de educación o de transformación social corran el riesgo de despertar los registros de miedo y violencia asociados a la difícil vivencia del primer cambio, el nacimiento.
Esa información se puede activar por ejemplo en los procesos terapéuticos personales y en retos vitales como son divorcios, exilios o muerte de un ser querido.
¿Será que esa memoria primaria también se dispara durante los procesos de cambios sociales? Me parece probable.

En mis 30 años de hacer terapia he tenido presente esta problemática del miedo, de la deconexión, de la violencia y del sufrimiento.
Por mi propio nacimiento y mi estructura de caracter esos elementos me son familiares.
He desarrollado, al ritmo de mi proceso personal, una práctica terapéutica que apunta hacia la gentileza, la confianza, la atención y la aceptación del dolor y se articula en torno a la metáfora del parto.
Se trata de plantear un parto sin violencia, un parto humanizado, un "parto dulce".
Hoy en día vivir la dulzura me significa un camino y una búsqueda personal. Ciertamente enseño lo que todavía necesito aprender.
Al iniciar mi oficio, probablemente por temor a enfrentar el tema de la muerte, me dediqué solamente a explorar la realidad del nacimiento.
Hoy en día, ciertamente más cercano a la muerte, me es más fácil, o menos difícil, reconocer que nacer y morir son dos caras de una sola y misma experiencia.
Mi anhelo es acompañar, desde otra conciencia, las experiencias de muertes y nacimientos y participar de una cultura que honra esos procesos vitales.
El bien vivir es el espacio entre el bien nacer y el bien morir.
Es el espacio del momento presente.

En "Espacios Nacientes" reconocemos cuatro momentos vitales en torno a lo perinatal: la concepción, la gestación, el parto y el recibimiento.
Momentos que se relacionan de manera analógica con los procesos de transformación en el campo educativo, terapéutico o social.

Veamos cuáles son esas etapas:

1. La concepción: nos conecta con el espacio, socialmente velado, de nuestra sexualidad y nos refleja la riqueza y la miseria de nuestra capacidad de desear, “pro-crear” o simplemente crear. En este mismo sentido el proceso terapéutico nos invita a crear nuestro presente sembrando la semilla de nuestro futuro en un acto amoroso y gozoso de concepción.

2. La gestación: nos remite a un espacio de disponibilidad y asombro frente a lo que nos rebasa. Nos invita a hacernos a un lado frente al misterio, frente a la vida misma. En este sentido la gestación es arte de ser receptivo, a las fuerzas vitales, sin interferencia y manipulación. Es habilidad de esperar sin desesperar. El proceso de crecimiento, de la misma manera, nos invita a participar con confianza del regalo de lo desconocido, a relacionarnos de manera amistosa con el tiempo, y ser testigos asombrados de vida misma.

3. El parto: en el parto la intensidad nos atraviesa. Una ola vital nos puja y nos empuja a extender nuestros límites. Si nos resistimos, esta fuerza nos atropella, nos lastima. Cabalgar esta fuerza es, al contrario, fuente de vitalidad, alegría y gozo. Cambiar es también reconocer la naturaleza de nuestras creencias, de nuestras resistencias y es aprender a pulirlas: los procesos de crecimiento nos ayudan a atravesar las resistencias frente a la intensidad y al dolor; no resistirnos es aprender a seguir con entrega las corrientes de la vida.

4. El recibimiento o vinculación: Con el corte prematuro del cordón umbilical, con la separación violenta del bebe de la madre, con la ausencia del padre y tantos otros elementos violentos culturalmente aceptados, nos alejamos de los procesos de autorregulación del organismo y entramos en caminos innecesarios de mal trato, abandono y muerte que nos dejan heridas profundas. La experiencia es de ser "malvenid@s" a este mundo. Esta primera experiencia de cambio, de transición entre el espacio acuático y el espacio externo está entonces vinculada con angustia y abandono. Un proceso de transformación es reparador en la medida que aprendamos a honrar la experiencia naciente, recibiéndola con el corazón abierto. En otras palabras nos invita a cultivar la cercanía a sí mismo y la apertura al otro. Es el arte de dar la bienvenida a lo que la vida nos brinda de experiencia y también de cultivar, de manera continua, los vínculos que permiten nutrir una semilla nueva para que pueda florecer.

Vale la pena mencionar otro elemento analógico entre el embarazo y el proceso de cambio. Son los estados alterados de conciencia que permean ambas experiencias.
Una mujer embarazada vive en lo fisiológico, lo emocional y lo mental un estado de profundos cambios. Sus energías y su conciencia se lanzan más allá de los registros cotidianos conocidos; son portadores de vitalidad.
El embarazo se da, en esencia, en un marco de conciencia alterada con un enorme potencial de transformación.
Esas olas de conciencia nacientes son contagiosas y alcanzan a “tocar” al padre y a los demás miembros de la familia. Activan cambios profundos en la estructura personal y familiar.
Esas mismas olas vitales son, a menudo, una amenaza para el equilibrio personal de la futura mamá y de su entorno familiar y despiertan fuertes resistencias.
Un proceso natural, vector de una promesa de cambio, se transforma en algo que “embaraza” y de lo cual hay que “aliviarse”.
¡Lo vital se vuelve amenaza, lo vital se torna enfermedad!

El cambio terapéutico se da igualmente desde un estado de conciencia incrementado.
“Espacios Nacientes”  transforman en lo profundo los vínculos entre los protagonistas principales de nuestra triada interior: la madre, el padre y el hij@, invocando una conciencia expandida.
Desde el reconocer las informaciones y las experiencias tóxicas que alimentan nuestra triada primaria caminaremos hacia el concebir, gestar y dar a luz a una nueva trinidad interna amorosa.
¡Daremos luz a la luz misma!
Los terapeutas, educadores, agentes del cambio personal y social que se proponen explorar nuevos territorios, alumbrados por una conciencia plena, son parteros que acompañarán y facilitarán los nacimientos desde una mayor confianza y gentileza.
Una nueva instancia interior, la de partera, que invocamos a lo largo de los procesos, nos ayuda a realizar una doble tarea:
·       En lo regresivo sanar la información del nacimiento biológico.
·       En lo progresivo invitarnos a vivir, sin violencia y sin miedo, los continuos nacimientos y muertes que la vida nos propone.

Recordemos que partera en francés se dice "Sage Femme",  es decir "Mujer Sabia" y esa sabiduría es la que nos permitirá honrar las palabras del poeta:
 “Para Nacer He Nacido”



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